LA INMACULADA CONCEPCIÓN Y ANA CATALINA EMMERICK


VISIÓN DE LA FIESTA DE LA CONCEPCIÓN DE MARÍA ( 8 DE DICIEMBRE DE 1819)

Después de pasarme toda la noche, hasta la madru­gada, en un terrible cuadro de la abominación de los pecados del mundo entero, me volví a dormir y fui arrebatada al sitio donde estuvo el Templo en Jerusa­lén, y luego más lejos, a la comarca de Nazaret donde antaño estuvo la casa de Joaquín y Ana cuyos alrede­dores todavía reconocí.

Allí vi surgir de la tierra una fina columna de luz como el tallo de una flor. La columna sostenía la aparición de una refulgente iglesia octogonal del mis­mo modo que crece el cáliz de una flor o la cápsula de la adormidera en su pecíolo. La columna soporte su­bió por medio de la iglesia como un arbolito. En sus ramas, regularmente distribuidas, había personajes de la familia de la Virgen que eran objeto de veneración en este cuadro de la fiesta.

Los personajes estaban de pie como sobre estam­bres, y eran Santa Ana entre San Joaquín y otro hom­bre que quizá fuera su padre. Bajo el pecho de Santa Ana vi un espacio luminoso, más o menos de la forma de un cáliz, en el que se desarrollaba y crecía la res­plandeciente forma de un bebé. Tenía las manitas cruzadas sobre el pecho, y de allí partían incontables rayos hacia una parte del mundo. Me chocó que no ocurriera igual en todas direcciones.

En otras ramas de alrededor estaban sentados mu­chos personajes que se volvían al centro en actitud reverente. Dentro de la iglesia vi todo alrededor in­contables santos en filas y coros que, vueltos hacia esta Santa Madre, la rezaban.

La dulce piedad, la unidad de este servicio divino sólo puedo compararla a un campo de flores muy di­versas que, movidas por una brisa suave, ofrecen su color y su aroma a los rayos del sol de quien todas las flores recibieron estas ofrendas y aún su misma vida.

Encima de esta alegoría de la Fiesta de la Inmaculada Concepción, el arbolito añadió un nuevo brote a su copa, y en esa segunda corona de ramas vi celebrarse un momento ulterior de la fiesta. Allí estaban de rodi­llas María y José, y delante de ellos y un poco más abajo, Santa Ana. Adoraban al Niño Jesús que estaba por encima de ellos, sentado en la cúspide, rodeado de infinito esplendor y con un globo imperial o bola del mundo en Sus Manos.

En torno a esta representación se inclinaban oran­do, los coros más cercanos de los Reyes Magos, pasto­res, apóstoles y discípulos, y los más lejanos de otros santos. Más arriba vi en medio de una altísima luz, las formas indistintas y figuras de las Potencias y Digni­dades, y todavía más arriba, como un medio sol que entrase radiante como a través de la cúpula de la igle­sia. Esta segunda imagen parecía significar la cercanía de las Navidades tras la Fiesta de la Inmaculada Con­cepción.

Durante la primera aparición, todo lo vi como si yo estuviese fuera de la iglesia a la inmediación del pie de la columna, pero luego las vi ya dentro mismo de la iglesia tal como lo he descrito. Mientras, vi desarro­llarse la Niñita María en el ámbito luminoso bajo el corazón de Santa Ana y tuve simultáneamente la inexpresable convicción de Su Concepción exenta de pecado original. Todo lo leí y entendí tan claramente como en un libro.

También se me dijo que en tiempos había habido allí una iglesia en honor de esta Gracia de Dios, que después habían destruido por unas ineptas disputas sobre este Santísimo Misterio; pero que la Iglesia Triunfante seguía celebrando la fiesta en aquel lugar.

LA VIRGEN HABLA DE MISTERIOS DE SU VIDA

(Durante sus contemplaciones del magisterio de Jesús, A.K. Emmerich contó el 16 de Diciembre de 1822 lo que sigue: )



Muchas veces oigo cómo la Virgen cuenta a mujeres de su confianza como Juana Cusa y Susana de Jerusa­lén, muy diversos misterios de Nuestro Señor y de Ella misma, Misterios que sabe, unos por íntimo conoci­miento, y otros por habérselos contado Santa Ana su madre. Así, hoy la oí contar a Marta y Susana que mientras llevaba a Nuestro Señor bajo Su corazón no había sentido la más mínima molestia sino un infinito gozo y dicha interior.

Las contó que Joaquín y Ana se habían encontra­do en la sala bajo la Puerta Dorada en una hora dora­da; que había sido allí donde recibieron aquella pleni­tud de la Divina Gracia por cuya consecuencia, y sólo por santa obediencia y puro amor de Dios, sin mácula alguna de sus padres, recibió el ser bajo el corazón de su madre.

También las hizo saber que sin la caída en el peca­do, la concepción de todos los hombres hubiera sido igual de pura.

Habló también de su querida hermana mayor María Helí, de cómo reconocieron sus padres que no era el Fruto prometido, y cuánto tiempo ha­bían vivido después en castidad y esperanza. Me ale­gró oír decir a la mismísima Virgen María lo que siempre había visto yo de su hermana mayor.

Volví a ver entonces todo el proceso de la Gracia re­cibida por los padres de María, desde la aparición del ángel a Santa Ana y San Joaquín hasta su encuentro bajo la Puerta Dorada, tal como siempre lo he na­rrado. Vi a Joaquín y Ana bajo la Puerta Dorada, es decir en la sala subterránea debajo de ella, rodeados de multitud de ángeles con Luz celestial. Ellos mismos estaban puros y deslumbrantes como espíritus, en un estado sobrenatural como nunca antes de ellos alcan­zó jamás pareja humana.

Me parece que esa misma Puerta Dorada era donde se celebraban las pruebas y ceremonias de absolución de las acusadas de adulterio y otras reconciliaciones.

Bajo el Templo había cinco pasadizos subterráneos similares, y otro bajo el sitio donde vivían las donce­llas, al que le llevaban a uno para determinadas peni­tencias.

No se si alguien pisó este camino antes que Joaquín y Ana, pero creo que sería un caso muy raro.

Ahora ya no me acuerdo si era de uso general para las ofrendas que presentaban los estériles. Pero fue algo que así se les había ordenado a los sacerdotes.

LA CONCEPCIÓN DE MARÍA, CELEBRADA EN DIVERSOS LUGARES

(Asuntos personales: El 8 de Diciembre de 1820, Fiesta de la Inmaculada Concepción de María, el alma de la narradora recorrió gran parte de la tierra en oración contemplativa. A fin de dar idea de tales migraciones del alma, traemos aquí el siguiente extracto de los fragmentos que co­municó de su visión itinerante, de la que se da noticia en el lugar apropiado:

Llegó a Roma, estuvo con el Santo Padre; visitó a una piadosa monja de Cerdeña; tocó en Palermo; llegó a Palestina; luego a la India, y de allí al lugar que lla­maba la Montaña de los Profetas. Fue después a Abisi­nia, a una maravillosa ciudad Judía en lo alto de una montaña rocosa, donde visitó a su alcaldesa Judit, con la que habló del Mesías, de la Fiesta de hoy, día de la Concepción de Su Madre, del Santo tiempo del Ad­viento y de las ya próximas fiestas de Navidad que se acercaban.

Durante todo este viaje hizo, en la medida de su misión y de las oportunidades que se le presentaron, lo que un misionero concienzudo hubiera hecho en un viaje similar: oró, predicó, ayudó, consoló y apren­dió.

Para hacer más comprensible al lector, con las propias palabras de Anna Katharina Emmerich, lo que durante su viaje oyó referente a la Fiesta de la Concep­ción de María, rogamos la lectura de la nota que resu­me la parte del Magisterio ambulante de Jesús a la que aquí se refiere:)

Cuando en el sueño de esta noche llegué, en el cur­so de mi largo viaje, a la Tierra Prometida, vi todo lo que he contado de la Concepción de la Santísima Vir­gen.

Luego entré en las contemplaciones cotidianas del Magisterio de Nuestro Señor y estuve, según toca­ba hoy, en el 8 de Diciembre de su tercer año de Ma­gisterio. No encontré a Jesús en la Tierra prometida, sino que mi guía me llevó allende el Jordán, hacia Levante, a Arabia, donde el Señor, acompañado de tres jóvenes, se encontraba hoy en la ciudad de tien­das donde los Reyes Magos se establecieron a su regre­so de Belén.

LOS REYES MAGOS CELEBRAN LA CONCEPCIÓN DE MARÍA

Dos de los tres Reyes Magos, que aún vivían, cele­braban a partir de hoy, 8 de Diciembre, un triduo con su tribu. Quince años antes del Nacimiento de Cristo habían visto por primera vez en esta misma noche la estrella anunciada por Balaam, que tanto tiempo habían aguardado ellos y sus antepasados escrutando fielmente los cielos. Habían divisado en ella la imagen de una Doncella que en una mano tenía un cetro y en la otra una balanza, en uno de cuyos equilibrados pla­tillos yacía una hermosa espiga de trigo, y un racimo de uvas en el otro, Por este motivo, desde su vuelta de Belén, todos los años celebraban un triduo por estas fechas.

IMAGEN PARALELA DEL SACRIFICIO DEL NIÑO

Cuando de noche, en sueños, vi a mi derecha la terrible imagen del niño asesinado, me di la vuelta en mi lecho horrorizada, pero entonces vi lo mismo a mi izquierda. Rogué a Dios de todo corazón que me li­brase de aquella horrible visión y entonces me desper­té, oí que el reloj daba la hora, y a mi Celestial Prometido que me decía señalando a su alrededor: “He ahí peores cosas que a diario me ocurren en el mundo entero, cometidas por muchos”. Y cuando miré en torno mío se presentaron ante mi alma cosas mucho más horribles que el sacrificio del niño, pues vi a Jesús mismo cruelmente sacrifi­cado en el altar de muy diversas maneras por la rea­lización indigna y pecaminosa del Misterio Sagrado.

Vi yacer la Sagrada Hostia en el altar como un Niñito Jesús vivo al que sacerdotes indignos y degene­rados cortaban con la patena y martirizaban horroro­samente. Aunque realizaban eficazmente el Misterio, su Misa aparecía como un feroz asesinato.

También se me mostró idéntica crueldad en el trato inhumano de los miembros de Cristo, que son quienes confiesan su nombre y a quienes Dios adoptó por hi­jos.

Vi que hoy día, en muchos lugares se oprimía, perseguía y maltrataba a innumerables personas bue­nas, y vi que esto se le hacía siempre a Jesús.

Esta es una época horrible, no hay refugio por ningún lado; una espesa niebla de pecados cubre el mundo y lo peor es ver que la gente se lo toma con tibieza e in­diferencia.

Todo esto lo vi en muchas visiones mientras lleva­ban mi alma por muchos lugares de la Tierra. Y por último volví a la visión de la Fiesta de la Concepción de María.

DE LA HISTORIA DE LA FIESTA DE LA CONCEPCIÓN DE MARÍA (CONTINUACIÓN)

No sabría decir en qué forma maravillosa he viaja­do esta noche en sueños. Estuve en las más diversas partes del mundo, en épocas muy variadas, y vi cele­brar muchas veces la Festividad de la Concepción de María en los sitios más dispares.

Estuve en Efeso, donde vi celebrar esta fiesta en casa de la Madre de Dios que aún estaba de pie como iglesia. Tiene que haber sido en época muy antigua porque vi en perfecto estado el Viacrucis que erigió María misma. El segundo Viacrucis se hizo en Jerusa­lén, y el tercero en Roma.

Antes de separarse de la Iglesia, los Griegos celebra­ron esta fiesta durante mucho tiempo.

Me acuerdo de algunas cosas, pero no estoy segura de las causas.

Vi que un Santo, creo que Sabas, tuvo una aparición relativa a la Inmaculada Concepción. Vi una imagen de la Santísima Virgen que aplastaba la cabeza de la serpiente sobre la bola del mundo, y cayó en la cuen­ta de que sólo la Santísima Virgen había sido conce­bida sin mácula y sin que la dañase la serpiente.

Vi también que una iglesia de los Griegos o un obis­po Griego no quiso aceptarlo a menos que aquella ima­gen viniese por encima del mar, y enseguida vi la aparición acercarse flotando sobre el mar hasta su iglesia, y aparecerse dentro de ella encima del altar, por lo que empezaron a celebrar esta fiesta.

En esa iglesia tuvieron un cuadro de tamaño natu­ral, pintado por San Lucas, de la Santísima Virgen tal como fue en vida, con traje y velos blancos. Tengo la impresión de que lo habían obtenido de Roma, donde ahora sólo tienen un retrato de medio cuerpo. Coloca­ron el cuadro encima del altar donde se apareció la Inmaculada Concepción. Me parece que todavía está en Constantinopla o que lo he visto venerar allí en el pasado.

Estuve también en Inglaterra, donde vi introducir y celebrar la fiesta en los viejos tiempos. Anteayer, fies­ta de San Nicolás, vi el siguiente milagro relacionado con esto: Un abad de Inglaterra se hallaba en gran peligro en un barco en medio de la tempestad. Apremiantes, imploraron el auxilio de la Madre de Dios, y entonces vi venir flotando por el mar hacia el barco la apari­ción del Santo Obispo Nicolás de Mira. Dijo al abad que María le enviaba para anunciarle que si mandaba celebrar en Inglaterra la Fiesta de la Inmaculada Con­cepción el 8 de Diciembre, el barco arribaría. Cuando el abad le preguntó con qué oraciones debían cele­brarla, San Nicolás contestó que con las mismas del Nacimiento de María.

Al introducir la fiesta se mencionó también el nom­bre de Anselmo, pero he olvidado los pormenores. También la vi introducir en Francia, y que San Ber­nardo escribía contra ella porque su introducción no venía de Roma.

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